Brieva cuenta con dos iglesias, la parroquial dedicada a San Miguel, y la situada en Barruso, bajo la advocación de Santa María. La primera data de fines del XV y comienzos del XVI; es un edificio construído en sillarejo y sillería con dos naves de dos tramos y cabecera ochavada de tras paños que se cubren con bóveda de crucero estrellada con combados curvos, a excepción de la nave de la epístola que lleva crucerías simples. La sacristía se encuentra al madiodía de la cabecera y está dividida en dos cámaras, una cubierta con crucería sencilla y la otra con bóveda de terceletes. La torre se yergue en el lado norte de la cabecera con dos plantas de sillería. En el lado norte del primer tramo se abre una capilla a modo de brazo de crucero. Ingreso de medio punto bajo pórtico con dos tramos de arista en el último tramo de la nave de la epístola.
En el coro alto situado a los pies de la nave del Evangelio se guardan: una Magdalena hispano-flamenca de fines del XV; Virgen y San Juan de un Calvario, góticos del siglo XIV y un Crucifijo de mediados del XVI, manierista. En el lado de la Epístola, retablo neoclásico con imagen titular del Crucifijo de la escuela hispano-flamenca de fines del XV. En el lado del Evangelio, retablo rococó de la segunda mitad del XVIII con Inmaculada e imagen de San Bartolomé del XV, entre otras. Entre las obras conservadas de la sacristía destacan: una cruz procesional, manierista del XVI muy ornamentada; un tríptico hispano-flamenco de la segunda mitad del XV, dedicado a San Antonio Abad; una Virgen del Rosario, clasicista del XVII; Santiago Peregrino, de finales del XV y una casulla de terciopelo rojo, manierista de la segunda mitad del XVI.
Retablo Mayor de San Miguel
Como suele ser frecuente en territorio camerano, la mayoría de los objetos de culto de un cierto interés o bien fueron costeados por gente de la zona que no tuvieron más remedio que emigrar (ya sea a América o a otros puntos de España fundamentalmente) en busca de mejores calidades de vida o, al menos, posibilitaron con sus gestiones que esas obras las llevaran a cabo artistas de reconocida habilidad. Esto demuestra hasta qué punto la sierra riojana se convirtió en un vergel de las artes durante el último tercio del siglo XVIII desde el momento en que aquí recalaron abundantes imágenes salidas de las manos de los escultores más afamados de la Villa y Corte.
Por tanto, también el retablo mayor de San Miguel de Brieva de Cameros habría que encuadrarlo en ese ambiente, pues todo hace suponer que se construyó gracias a los donativos de un hijo del lugar entre los años 1805 y 1808 siguiendo criterios neoclásicos tan del gusto de la Academia de San Fernando.
Su arquitectura, de grandes dimensiones, a tono con los diseños de la época, consta de banco, un cuerpo de tres calles y ático y parece haber sido fabricado por arquitectos regionales, tal vez por los Guillorme o por alguno de los que por esas fechas estaban establecidos en Logroño. No así las imágenes coetáneas que acoge, que quizá fueran remitidas directamente desde Madrid, a pesar de que no haya quedado constancia documental de ello.
De todo este conjunto destaca por méritos propios la figura titular de San Miguel, sufragada por don José García del Corral en 1770, quien, como residente en Madrid, persona acaudalada y muy bien relacionado con los círculos cortesanos, la encargó a uno de los académicos más brillantes de la época. No sería éste el único mecenazgo realizado por José García del Corral: en 1758 se sabe que hizo llegar a Brieva un vestido para la imagen titular de la Virgen de la iglesia de Santa María de Barruso.